martes, 17 de junio de 2008

Amante 1

Desde tiempos inmemoriales siempre han existido las tan conocidas amantes, mujeres que por una cantidad de dinero hace las delicias del hombre que desembolsa la cuantía solicitada. No siempre incluyen el favor sexual como una de las cosas a solicitárseles. En Europa las llamábamos cortesanas, en Japón se conocían como Geishas y todavía no he tenido el placer de conocer la etimología indo-americana. En la última serie que he visto tenían por nombre acompañantes, cosa que me parece muy acertada.

Tienden a ser mujeres con una gran inteligencia y una enorme independencia, realmente. Suelen saber un poco de todo en vez de mucho de poco y entre sus sabidurías anda el trato con el género humano. Con una psicología muy desarrollada comprenden lo que necesita el hombre sin tener que preguntárselo y sucumben a la solicitud pagada.

Esto puede llevarles a una gran confusión, porque al descubrir en uno de sus amadores una persona que compagina a la perfección con ella misma, el deseo por compartir una vida larga juntos hacen cometerle locuras. Locuras que después se pagan muy caro.

Alguien que tiene el estigma de amante acaba aprendiendo esto muy bien, dejar de cometer locuras empieza por ser una de sus misiones principales. Se termina por comprender que la labor de una no es vivir una vida feliz de matrimonio, por más que sea el deseo más arraigado en su corazón y su mente, por más que sea la mayor de sus ilusiones y por más que sea el único sueño de su vida por cumplir. De hecho, quien tiene el estigma de amante ni siquiera lo hace por dinero, es el flujo de la vida quien le lleva a serlo, sin cuestionárselo ni preguntárselo.

Todas esas promesas que se hacen en la inocencia quedan disueltas cuando madura el papel no solicitado. Se aprende a separar que el acto del amor es cosa de dos, pero no se convierten en una única persona, son dos actos diferentes a las que se les llama de una única manera. La amante no es quien inicia el acto, de eso estoy muy segura.

Se debe separar las conciencias y dejar la culpabilidad a cada uno la que se merece. La amante tiene culpa, pero el amador también tiene culpa. Cada uno debe juzgar la suya propia y decidir cómo remediarla y superarla.

Me cuestionaron hace poco la atractividad que tiene el "ser la otra" para una amante. Personalmente creo que ésa no es la cuestión. Siempre serás "la única", simplemente que tu puesto no es tan importante como el de la amada en cuanto a desarrollo social se refiere. Eres quien tiene la balanza y debe equilibrarla para que la sociedad progrese y el amador no se vuelva loco con la amada. Acabas siendo un deseo si desarrollas bien tu papel, tanto en tu interior como en el exterior.

Está el dilema universal de que una amada no puede aceptar la existencia de una amante, acto muy comprensible cuando se quiere a su marido. Esa otra está saciando una tarea que le corresponde a ella, pero nos olvidamos rápidamente que amar implica hacer feliz... Ésa es la única tarea de un deseo cumplido.

¿Pero quién piensa en los deseos de la amante?

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